domingo, 8 de junio de 2014

De mi Primera Comunión

No recuerdo haber esperado un día con tantas ganas como esté. Fue más de un año de preparación y de reflexión. Al principio, solo podía pensar en verme allí con mi vestido de princesa en una especie de desfile maravilloso, en el peinado, en los regalos, en las felicitaciones de todos y en compartir todo ello con mis mejores amigas; pero poco a poco esto fue cambiando, la catequesis avanzaba y nos dábamos cuenta de que todo eso era muy bonito, pero mucho menos importante.

Les confieso que mi primera inquietud fue el significado de la palabra comunión, cuando supe que es un sinónimo de unión y cercanía y además me explicaron que esta unión era con Jesús, todo se hizo mucho más claro. Todas sentíamos la ilusión viva de hacernos con un pedacito de Jesús en nuestro corazón. Los días pasaban y el sueño crecía; justo antes del gran día hicimos nuestra convivencia en Villa de Leiva, donde asistimos a nuestra Primera Confesión y eso, aunque un poco intimidante, fue como empezar a sentirse grande, a reconocer nuestros errores y a pedir perdón a Dios por ellos.

Con todo eso estábamos listas para la gran visita, habían cambiado muchas cosas: el vestido y las flores, el peinado y la fiesta, ahora eran en homenaje a Jesús, que vendría, vivo y feliz a apoderarse de nuestro corazón y a permanecer allí por siempre.

Gracias a Dios, las grandes cosas de mi vida, los mejores recuerdos y las alegrías más intensas han sido a lado de mis amigas de siempre y en mi colegio que tanto quiero. Gracias Jesús por entrar en nuestra casa, gracias a las hermanas, a nuestras catequistas, a nuestros profesores y a nuestras familias por ayudarnos a conseguir este gran logro, gracias a ti Virgen de la Pureza porque siempre serás nuestra guía.


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